En Nuestra difícil juventud, el poeta, músico y editor Francisco Garamona, y el artista plástico Vicente Grondona, armaron un objeto estético como una banda de Moebius: imposible saber si los dibujos acompañan al texto o el texto a los dibujos, pero sin nostalgia alguna, celebran una juventud perdida que no es la admonitoria y tampoco la obediente.
El libro, publicado por la casa rosarina Ivan Rosado, lleva en la contratapa textos de Ricardo Strafacce y de Lila Siegrist, escritores y poetas ambos.
Garamona es librero, editor (del sello Mansalva), nació en buenos aires en 1976. Publicó, entre otros libros, Parafern, El verano, Carcarañá, Tavali, Una escuela de la mente y Que contiene láminas. Próximamente publicará su obra completa, Cuando se comienza, en Eloísa Cartonera, además de editar un disco, Los sentimientos.
Grondona nació en Buenos Aires en 1977. Es escultor y poeta; vive y trabaja entre Buenos Aires y París.
Esta es la conversación que Garamona sostuvo con Télam.
T : Nuestra difícil juventud ¿fue escrito a cuatro manos? ¿Cómo dieron con el mismo tono?
G : Nuestra difícil juventud es un libro escrito a cuatro manos, pero de dos más dos, ya que primero lo escribí y después Vicente Grondona lo ilustró, cosa que me da una gran felicidad por la fuerte amistad que me une con él y la gran admiración que tengo por su obra.
T : Si el libro remite a la juventud, ¿dónde está esa juventud, en la sintaxis, en el tema, en la historia personal travestida en ese largo poema?
G : En la juventud está el placer, decía Denton Welch, y yo lo afirmo. Es un libro lleno de personajes que se buscan, aunque no sé si logré ponerlos a todos en el mismo punto de la página. Son pequeñas historias, a veces deshilvanadas, que plantean un tema que se evade, yendo detrás de esa imagen que se concentra en el título del libro.
T : ¿Cómo acompañan o cómo creen ustedes que los dibujos acompañan al texto?
G : Los dibujos son el punto de fuga de la letra impresa. Los trazos y, aún más, la miniatura de esos trazos dibujan otra historia, acaso más sustancial. Toda la obra de Grondona, y creo que también la mía, refieren a un vitalismo que muchas veces empieza cuando se cierra el libro y se mira fijamente su tapa.
T : Muchos poetas quieren narrar. Pocos narradores escriben poesía. Te conozco como poeta y músico pero este libro ¿tiene pretensiones narrativas?
G : Una de las ideas de Nuestra difícil juventud era hacer una reescritura un poco lateral de la Odisea. Siempre hay una idea, un deseo desde el cual partir. Porque la Odisea, ¿era un poema, una novela? Quien sabe... ¿Cuántos eran los que conformaron esa sociedad de autores que luego se conoció bajo el nombre de Homero? No hay un género que pueda contener la emoción, la vida siempre está afuera de los libros. Lo no resuelto, lo inacabado, lo balbuceado es como un lenguaje que se estructura según la necesidad.
T : En cualquier caso, ¿qué quieren narrar?
Narrar la aventura, el riesgo y el peligro que conlleva, adoptando distintos disfraces, como aquellos que involucran la naturaleza del lenguaje. Nuestra difícil juventud se escribió solo, durante largas noches borradas que no tuvieron conciencia de sí mismas. Una mañana desperté sobre mi mesa de trabajo, y el libro estaba escrito. De este poema salió una primera versión en Santiago de Chile, donde se comentó, durante la serie de presentaciones que hice por algunas ciudades chilenas, sus fuertes puntos de contacto con Los Sea Harriers de Diego Maquieira, cosa que me alegró profundamente, ya que su obra también tiene algo de esa épica desvalida que se llama juventud.
T : Tres poetas que nunca dejás de leer.
G : Juan L. Ortiz, Fernanda Laguna y Nicolás Moguilevsky.
FUENTE: Telam - 07/02/2014
www.telam.com.ar/notas/201402/50591-sobre-esa-epica-desvalida-que-se-llama-juventud.html