Dos cordobeses con recursos propios desafiaron con éxito al Aconcagua

Tres montañistas, dos de ellos cordobeses y un mendocino -de quien se hicieron amigos en la ruta- lograron hacer cumbre en el Aconcagua, apenas a 300 metros de la cúspide, debido a que fueron alertados tres veces de la inmediatez de una avalancha por personal técnico especializado que trabaja en la zona.
La montaña no quiso que nosotros llegáramos, por algo fue y hay que respetarla, dijo ceremonioso Agustín Valle, joven de 28 años, diseñador, quien viajó junto a Fabián Conte, de la misma edad y estudiante de Guía de Montaña en Carlos Paz. Ambos se hicieron amigos en Mendoza de Fernán Gil, de 24 años, quien los acompañó en la aventura.
“Nos gustan los desafíos, siempre en  la montaña. No sabés lo que es para un argentino tener la cumbre de nieves eternas más alta de Sudamérica al frente, es un reto que te planteás y lo hacés”, indicó Valle para empezar a describir sus emociones.

“Salíamos a la noche -siguió relatando. Resulta indescriptible salir a la intemperie desde El Nido de Águila a 5.400 metros con una linterna para ascender 1.600 metros en más de diez horas y ver que las nubes en lo alto del cielo se abren para que aparezca la Luna, mientras abajo a lo lejos se mueve una lucecita y más allá otra y es de alguien que sube igual que vos”.
El grupo que salió de Parque Aconcagua a 1.200 metros hizo el primer campamento en Confluencia (3400 m.) y al segundo día la peleaba rumbo a Plaza de Mulas a 4.300 metros, donde se dio la sorpresa de conocer la Galería de Arte del pintor Miguel Dourá, argentino, montada dentro de una carpa gigante.

Uno de los montañistas, Agustín Valle, empleado en la Secretaría de Derechos Humanos de Córdoba, relató los esfuerzos que signaron el ascenso, toda vez que “nosotros no contábamos -como el ciento por ciento de los turistas que había que eran extranjeros- con servicios de empresas ni esforzados porteadores, trabajadores por los 4 meses de temporada, que les llevan las cargas a los escaladores, les arman las carpas, preparan sus duchas, comidas, etcétera”, por ello el ascenso de Plaza de Mulas a Nido de Cóndores “lo tuvimos que hacer en dos veces para poder llevar todo el equipaje”, apuntó.
Recordó que tras dos días de descanso ya en un horizonte totalmente nevado donde bebían el agua que derretían de la nieve, partieron a la madrugada a la luz de la Luna a buscar la cumbre: “La noche allí es como una película indescifrable, el cielo es una esfera celeste que la abre la luna como para navegar en una ceremonia y a más de 5.000 m ya se ven del otro lado de la Cordillera las lucecitas de Los Andes, un pueblito de Chile.

Cumbre y descenso forzoso
“Hicimos nuestra cumbre en las primeras luces del día, rodeados de nubes, nevaba y nevaba. Apenas podíamos avanzar siguiendo otras  huellas, yo iba contando los pasos de a treinta y descansaba un segundo para después seguir, porque empezás a jadear, levantás la cabeza y te mareás, nuestro compañero mendocino comenzó a vomitar y lo tuvieron que bajar a campamento, pero de pronto vemos que viene gente bajando rápido, desde la cúspide que estaba a menos de 300 metros ordenándonos el descenso porque por primera vez en muchísimos años se habían hecho tres testeos en la cumbre y todos determinaban que iba a haber una avalancha en cualquier momento. Nos queríamos morir, estábamos a menos de tres cuadras, un japonés quiso seguir sin guía y sin anteojos y se perdió, por suerte lo rescataron a tiempo porque a la avalancha la respetamos, la avalancha es igual a la muerte”, concluye Valle, no sin antes relatar el descenso como una nueva aventura llena de peligros.

Porteadores
El personal que atiende la zona es la Policía de Montaña, a la que le llaman Papalima por la denominación del helicóptero que usan, y los guardias de Parques Nacionales. Pero todos los años durante los cuatro meses de la temporada los jóvenes Guías de Montañas que trabajan para las empresas turísticas, lo hacen con los mayores esfuerzos y sin horarios. Compañeros de las mulas, ya que deben ascender con los equipajes de los escaladores/as en proporción a sus fuerzas. Estos abnegados montañistas, como es el caso de Fernán Gil, el mendocino que acompañó a Valle y Conte, son guías en medio de las tormentas de nieve o la noche y a la vez quienes cuidan y preparan todos los pormenores de los ascensos y descensos, a fin de que el visitante reciba las atenciones de un hotel de campaña con la tecnología más avanzada y no sufra percances.

 

FUENTE: La Mañana de Córdoba - 18/02/2014

www.lmcordoba.com.ar/nota/156136_dos-cordobeses-con-recursos-propios-desafiaron-con-exito-al-aconcagua